
Nous y el Inicio de la Sabiduría
El Poimandres y la tradición hermética
El Poimandres, también conocido como el primer tratado del Corpus Hermeticum, constituye uno de los textos fundamentales del hermetismo que es considerado una revelación espiritual directa, una especie de “evangelio filosófico” del conocimiento esotérico, atribuido a Hermes Trismegisto, figura simbólica que amalgama características del dios egipcio Thoth y del Hermes griego.
El hermetismo es una tradición filosófica, espiritual y esotérica que floreció entre los siglos I y III d.C., especialmente en Alejandría, una ciudad donde convergían culturas egipcias, griega, romana y judía. Los textos herméticos proponen una cosmología en la que el ser humano, creado a imagen de lo divino, ha caído en la ilusión del mundo material y debe redescubrir su origen celeste a través del nous (intelecto superior) y la gnosis (conocimiento iluminado). En este contexto, el Poimandres abre el camino al lector hacia una comprensión profunda de la creación, la naturaleza del alma y su potencial para la redención. El protagonista del texto, Hermes, tiene una visión que le permite contemplar la estructura del cosmos y el destino del alma. Esta visión se le ofrece por mediación del Nous, el intelecto divino, que se presenta como “la mente de la potestad suprema”.
En el hermetismo, el Nous es el principio intelectual o espiritual que actúa como intermediario entre lo Absoluto y el mundo manifestado. A diferencia del intelecto racional común (dianoia), el Nous es una inteligencia superior que conoce directamente, sin intermediación discursiva. Es la Mente de Dios, la primera emanación del Uno, a partir de la cual todo ha sido creado.
En el Poimandres, esta entidad se presenta a Hermes como una figura personal, viva y consciente:
“Yo soy Poimandres, la Mente del poder supremo.” (Corpus Hermeticum I, 2)
Esta frase inicial establece un diálogo sagrado. Hermes no recibe una enseñanza indirecta, sino que entra en contacto con la Mente misma de la divinidad. Aquí, el Nous no es solo un concepto filosófico; es el canal por el cual el alma humana puede reconectarse con su origen divino.
La idea del Nous no es exclusiva del hermetismo. Aparece también en la filosofía griega: Anaxágoras lo definía como el principio ordenador del cosmos, mientras que Platón lo relacionaba con el mundo de las Ideas. En Plotino, fundador del neoplatonismo, el Nous es la segunda hipóstasis, engendrada por el Uno, y contiene todas las formas inteligibles. Sin embargo, el hermetismo da un paso más al presentar el Nous como maestro y guía espiritual. Es un principio interno y externo a la vez: está en lo alto, como emanación divina, y también en lo profundo del alma humana, como chispa del conocimiento verdadero. En este sentido, el Nous es el órgano por el cual el alma puede recordar, ver y entender lo eterno teniendo como base la ley de correspondencia.
La primera visión del alma: símbolo del despertar espiritual
El Poimandres describe una experiencia visionaria en la que Hermes contempla una secuencia cósmica que va desde el origen del universo hasta la caída del alma. Esta “primera visión del alma” no es un mero espectáculo externo, sino una revelación interna, donde el alma reconoce su propio viaje a través del cosmos.
Hermes relata que, tras la aparición del Nous, cae en un estado que no es sueño ni vigilia. En ese estado, contempla una luz penetrante, seguida de una visión de tinieblas caóticas que exhalan humo y llanto, poco a poco se separan la luz y la oscuridad, surgen los elementos, y el mundo toma forma. Esta visión simboliza la creación desde la unidad hasta la multiplicidad: el alma, inicialmente unida al Nous, cae en el mundo sensible, se mezcla con la materia y olvida su origen. Sin embargo, a través del conocimiento revelado, puede reconocer su situación y emprender el camino de retorno.
El texto lo dice así:
“Tú viste en tu mente una visión que te dejó maravillado. Ahora te explico lo que viste.” (Corpus Hermeticum I, 5)
La visión no es una alucinación; es un recuerdo ontológico. Hermes, y por extensión todo ser humano, porta en su interior el reflejo del Nous, y solo necesita despertar a esa realidad. Ver con el Nous es “conocer desde el alma”, una forma superior de percepción que restaura la memoria espiritual. Así, la primera visión del alma es el punto de partida del camino hermético: ver lo invisible, conocer lo eterno, y volver al origen.
Conexión entre las ideas herméticas y otras corrientes
El Poimandres articula una cosmología y una antropología coherente con el conjunto del pensamiento hermético. En su núcleo encontramos una estructura triádica:
- Dios (El Uno): la fuente suprema, incognoscible, causa de todo lo existente.
- Nous (Mente divina): la primera emanación, el principio organizador del cosmos.
- Alma humana: chispa divina caída en el mundo, que busca su redención a través del conocimiento.
Este modelo guarda similitud con la tríada neoplatónica (Uno – Nous – Alma), pero el hermetismo subraya el carácter práctico y transformador del conocimiento. No se trata solo de especulación filosófica, sino de una gnosis que salva.
Otro principio clave es la correspondencia entre microcosmos y macrocosmos, expresado en la famosa máxima hermética: “Como es arriba, es abajo.” El ser humano contiene en sí la estructura del universo, y conocer el cosmos es también conocerse a sí mismo. El Nous, entonces, no solo explica el orden del mundo, sino que permite al alma reconocerse como parte de ese orden.
El relato del Poimandres también tiene resonancias con la literatura gnóstica: el alma que olvida su origen, la necesidad de una revelación, el regreso a la luz. Sin embargo, el hermetismo mantiene una visión positiva del cosmos: el mundo es creación del Nous, no una prisión malvada, y la salvación no es huida, sino iluminación.
En términos prácticos, el Nous representa la capacidad del alma para elevar su conciencia, discernir lo verdadero y colaborar con el orden divino.
Nous como punto cero del ascenso espiritual
Desde una perspectiva espiritual más amplia, la revelación del Nous en el Poimandres puede entenderse como el inicio del verdadero despertar de la conciencia, el primer peldaño en una escala ascendente hacia la realización interior. Al igual que en muchas tradiciones esotéricas, este primer despertar no es cómodo ni glorioso: implica el colapso de las ilusiones, el desmantelamiento de las falsas creencias sobre uno mismo, y el fin de los intentos de controlar la vida desde el ego. Es, en esencia, un retorno al “potencial cero”, al punto de partida donde todo debe ser reconstruido desde la verdad interior.
Esto se corresponde simbólicamente con el primer chakra, Muladhara, la raíz, que representa la base de la acción consciente en el mundo. Aquí comienza el proceso de encarnar con propósito y estabilidad para iniciar un ascenso que no es solo energético, sino también existencial. En esta etapa, el sujeto debe aprender a sostenerse en la tierra con firmeza para comenzar a elevar su conciencia hacia planos superiores.
Asimismo, en la Cábala, este proceso se refleja en Malkuth, la sefirá más baja del Árbol de la Vida. Malkuth representa el reino físico y la puerta de entrada al ascenso místico. Desde este punto (aparentemente el más denso y distante de lo divino) el alma inicia su viaje de retorno hacia la unidad, guiada por el rayo descendente de la sabiduría que busca ser ascendido conscientemente por el iniciado.
La carta del Loco en el tarot también encarna esta etapa. Es el viajero que, sin saberlo del todo, ha comenzado su camino. Porta la chispa divina en su interior (el Nous), pero aún no ha comprendido su destino. Su número es el cero, símbolo del potencial puro, del vacío fértil que lo contiene todo. En este sentido, el Loco es el arquetipo del alma que ha recibido la visión, ha sentido el desgarro de lo viejo, y se lanza no sin temor al proceso de renacer desde la verdad.
Este inicio del camino también puede ser simbolizado por la letra Aleph (א), la primera del alfabeto hebreo y, en muchas tradiciones místicas, la letra del aliento divino y del comienzo inmanifestado. Aleph no tiene sonido propio, es silenciosa, como el Nous antes de que hable. Representa la unidad primordial, el espíritu que subyace a toda multiplicidad, el puente entre lo invisible y lo manifestado. En la estructura del Árbol de la Vida, Aleph conecta a Keter (la corona, la chispa divina) con Chokmah (la sabiduría activa), siendo así el canal del primer impulso de la conciencia. En el recorrido del alma, Aleph señala que todo comienza con una inspiración silenciosa, una visión interna que no proviene del mundo, sino de una dimensión superior. Así como el Loco lleva el número cero, Aleph simboliza ese espacio antes de la forma, el umbral entre lo eterno y lo temporal, donde el alma vislumbra por primera vez su origen divino y su posibilidad de ascender hacia él.
El Nous, entonces, no solo ilumina la mente; marca el comienzo de un viaje interior que debe ser recorrido paso a paso, chakra por chakra, sefirá por sefirá, arcano por arcano. Ver con el Nous es atreverse a mirar desde lo alto mientras se camina desde lo más bajo. Y ese es el arte de todo verdadero despertar.
La utilidad del Nous y la visión del alma en la práctica espiritual
El Nous y la primera visión del alma en el Poimandres representan el núcleo viviente del hermetismo. A través del Nous, la Mente divina, el alma humana puede despertar del sueño material y contemplar su verdadero origen. Esta visión no es una metáfora abstracta, sino un mapa espiritual, un acto de recuerdo profundo que transforma la conciencia.
El Nous es, al mismo tiempo, maestro, camino y meta. Nos enseña que el conocimiento verdadero no es intelectual, sino espiritual; no se alcanza por razonamiento, sino por visión interior. Ver con el Nous es ver con el alma, y esa visión es el inicio del retorno.
En la práctica espiritual, estos conceptos inspiran un camino de introspección, contemplación y purificación. Nos invitan a cultivar la mente superior, a mirar más allá de las apariencias, y a escuchar la voz interior que susurra desde lo alto.
La utilidad del Poimandres es, por tanto, doble: ilumina nuestra comprensión del alma y del cosmos, y al mismo tiempo nos da herramientas simbólicas para el despertar espiritual. Ver con el Nous es, finalmente, nacer de nuevo.
“Solo el alma que ha visto con el Nous conoce su origen y su destino.”
Bibliografía recomendada
Corpus Hermeticum, tratado I (Poimandres)
G.R.S. Mead – Thrice-Greatest Hermes
Brian P. Copenhaver – Hermetica: The Greek Corpus Hermeticum and the Latin Asclepius in a New English Translation
Antoine Faivre – Acceso al esoterismo occidental
Ioan P. Couliano – Eros y magia en el Renacimiento

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Muchas gracias hermano ! Muy interesante
Excelente trabajo mi hermano, gracias por compartir
Gracias por el artículo hermano Ricardo, muy bueno.
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Muchas gracias por compartir. Que buen artículo hermano.
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