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El Nous, Intelecto Divino del Hermetismo

En lo más alto de la escala del ser, antes de toda forma y por encima de todo pensamiento humano, reposa el Nous: el Intelecto divino, la primera manifestación del Dios Uno, invisible y eterno. En la tradición hermética, este principio no es un concepto filosófico abstracto, sino una realidad viviente, fuente de toda sabiduría, orden y belleza en el universo.

El Nous es la primera emanación de lo inefable; no es aún lo múltiple, pero ya no es el Uno absoluto. Es el hijo del Silencio, la Mente que contempla al Padre y, al contemplarlo, lo manifiesta. Así lo enseña Hermes Trismegisto a los buscadores sinceros, como Asclepio y Tat, en los textos que forman el Corpus Hermeticum: revelaciones transmitidas no por especulación humana, sino por inspiración divina.

En tiempos en que el alma humana se extravía en los laberintos de la opinión, del deseo y de la multiplicidad, volver la mirada al Nous es volver a las fuentes puras del conocimiento. El Nous no sólo es principio del cosmos, sino también semilla en el interior del hombre. Pero esta chispa noética yace dormida, cubierta por los velos del mundo sensible y las pasiones. Despertarla es el verdadero propósito de la vía hermética.

Este artículo tiene por objeto aproximar, con reverencia y claridad, la noción del Nous tal como ha sido enseñada en la sabiduría tradicional hermética. Sin desvelar los misterios que exigen iniciación, se procurará ofrecer al lector una visión ordenada, simbólica y profundamente inspiradora de este principio supremo. Porque conocer al Nous es comenzar a recordar que el alma humana, aunque exiliada, es hija del Intelecto divino y puede retornar a él por medio del conocimiento sagrado y la vida purificada.

Origen y Naturaleza del Nous

El Nous, o Intelecto divino, no es una creación, ni un producto del tiempo o de la materia. Es la primera manifestación del Dios incognoscible, aquel que los sabios antiguos llamaban el Uno, el No-nacido, el Inengendrado. Cuando el Uno desea conocerse a Sí mismo, se engendra el Nous. Esta es la doctrina hermética expresada simbólicamente en el primer tratado del Corpus Hermeticum, el Poimandrés, donde Hermes recibe la revelación del Intelecto divino:

“El Nous que es Dios, que es varón y luz, me habló así. Su mirada me infundió un poder tal que pude contemplar lo que el Nous me decía.” (CH I, Poimandrés)

Este Nous es Mente divina viviente, llena de luz, armonía y sabiduría. Es principio de toda forma, patrón de todas las cosas, medida de lo inteligible y de lo visible. No piensa como los hombres, porque no razona: contempla. Su pensamiento es simultáneo, perfecto, sin error ni sombra. Todo lo contiene, todo lo conoce, todo lo ordena. Es, por eso, llamado también el Demiurgo, no en el sentido platónico de un artesano subordinado, sino como el Logos que engendra el cosmos desde el conocimiento del Uno.

El Nous, entonces, no es el Dios último, pero sí es Dios manifestado. Está unido al Padre como la luz al fuego. Y así como la luz no puede separarse del Sol, así el Nous no puede separarse del Uno. Es el Dios que puede ser conocido, aunque sólo por aquellos que han purificado su alma, trascendido los sentidos y alcanzado la gnosis. Dice el tratado XI:

“El Nous es la visión del alma; quien no tiene Nous, ni ve ni oye las cosas de Dios.” (CH XI, 10)

Es también el principio noético en el hombre: la parte más alta del alma, capaz de conocer directamente al divino por iluminación. Pero en la mayoría yace oscurecido, cubierto por la opinión, la emoción y el deseo. En este sentido, el Nous en nosotros es semilla caída desde la luz celeste, prisionera en el barro de la tierra, y debe ser despertada mediante la ciencia sagrada y la piedad.

Así, comprender al Nous es comprender el fundamento oculto de todo el Hermetismo. No hay práctica teúrgica, ni alquimia interior, ni ascenso del alma que no tenga en el Nous su principio rector y su meta. Conocerlo es conocer al Dios manifestado; unirse a Él es la verdadera redención.

El Nous en el Hombre, Chispa Divina y Camino de Retorno

Si el Nous es la Mente divina del cosmos, su presencia en el hombre no es una metáfora, sino una realidad ontológica. Hermes lo enseña con claridad: el ser humano, entre todas las criaturas, es el único que ha recibido una porción del Nous divino, una chispa del Intelecto eterno sembrada en lo más profundo de su alma.

“El Nous en el hombre es un rayo de la luz divina.” (CH X, 11)

Esta porción no es el alma entera, ni tampoco el alma racional. Es la parte más alta del alma, aquella que no se deja arrastrar por los sentidos, ni por los afectos, ni por las opiniones de la carne. Es el centro luminoso, el ojo interior, la inteligencia pura que contempla, que se maravilla en el silencio, y que anhela el retorno al Padre. El Nous en el hombre es aquello que lo hace capaz de Dios.

Sin embargo, en la mayoría de los hombres yace dormido, como si estuviera muerto. La causa de esto es la inmersión del alma en el mundo sensible, la distracción de los sentidos, la esclavitud a los placeres y el olvido del origen. Por eso dice Hermes:

“Los que no comprenden, ni creen, ni aman, ni tienen la inteligencia, son bestias irracionales; tienen forma de hombre pero alma de animal.” (CH I, 26)

El Hermetismo enseña que el despertar del Nous en el hombre es el comienzo del retorno, la reversión del proceso de caída. El alma, que ha descendido hasta lo más bajo por ignorancia y deseo, debe elevarse de nuevo mediante la contemplación, la oración pura, la disciplina del cuerpo y la purificación de los afectos. Este proceso se llama anagoge, ascenso del alma.

El Nous despierta cuando el alma se vuelve hacia sí misma, y, en recogimiento, busca la luz interior. No se despierta con palabras, ni con estudios profanos, ni con ritos vacíos: se despierta con piedad unida al conocimiento, como lo expresa el Tratado VI:

“Porque uno es el camino que conduce allí: piedad con conocimiento.” (CH VI, 5)

Cuando el Nous se activa, el hombre comienza a comprender más allá de las palabras, a ver lo invisible, a percibir el orden oculto tras el caos aparente. Es entonces cuando se hace verdaderamente humano, porque sólo el que ha despertado el Nous es imagen del Dios viviente.

Este Nous despierto es también el guía interior, el maestro secreto que conduce al alma de esfera en esfera, de conocimiento en conocimiento, hasta el umbral del Uno. Por eso, en las prácticas teúrgicas y en la alquimia del alma, no se busca tanto el desarrollo de poderes o visiones, sino la unión con el Nous, pues él es el único mediador entre el hombre y Dios.

El Nous y el Logos, Principio Ordenante del Cosmos

En los tratados herméticos, especialmente en el Poimandrés, se nos revela que el Nous de Dios es el principio que ordena, vivifica y gobierna todas las cosas. No es un dios entre otros, ni una mera categoría filosófica, sino la misma Mente divina que, al contemplarse, genera al Logos, y por medio del Logos, crea el mundo.

“De la Luz surge un Logos santo, que es el Nous que sale del Nous soberano.”
(CH I, 6)

Este Logos, nacido del Nous, es la Palabra estructuradora, el eco de la inteligencia divina resonando en las esferas, las formas, las leyes, los ritmos y los arquetipos de la creación. A través de él, la inteligencia del Padre se manifiesta en lo múltiple sin dejar de ser una. Toda proporción, toda armonía, todo número y medida desde la danza de los astros hasta el pulso de un corazón son expresión del Nous a través del Logos.

En este sentido, el Nous es el arquitecto eterno y el Logos es su herramienta viviente. Esta visión, compartida también por la tradición neoplatónica y por ciertos himnos órficos, nos muestra que el mundo no es caos, sino cosmos, es decir, belleza ordenada. Y lo es, porque en su raíz vibra la inteligencia divina.

“El mundo es una imagen del Dios, porque es bueno y bello.”
(CH VI, 2)

El Logos hermético no es sólo la palabra hablada, sino también la palabra interior, la forma arquetípica, el patrón que estructura. Por ello, el Nous no crea directamente el mundo sensible, sino que lo modela a través del Logos, como un escultor invisible que actúa por medio de su cincel. Y esto no es un proceso pasado, sino una actividad eterna, en presente continuo: el Nous sostiene el mundo ahora mismo, infundiéndole sentido y vida.

Esta comprensión tiene una consecuencia mística y práctica: cuando el hombre, por piedad y conocimiento, se une al Nous, comienza a hablar en el Logos. Sus palabras ya no son solamente humanas, sino portadoras de sentido, resonantes con la música de las esferas. Esto es lo que los sabios llaman inspiración divina, o enthousiasmos: el dios hablando a través del hombre.

“Cuando un alma recibe el Nous, se convierte en palabra de Dios.”
(Asclepio, fragmento paralelo)

Así, el adepto hermético, al despertar el Nous en sí, no sólo se reconcilia con su origen, sino que también comienza a obrar como un microcosmos iluminado por el Logos, capaz de ordenar su interior y colaborar con el orden del mundo. No impone desde afuera, sino que revela desde dentro. No habla por sí mismo, sino que dice lo que el Nous ha engendrado en su silencio.

El Nous como Mediador entre el Uno y el Cosmos

En el corazón de la cosmogonía hermética, el Nous el Intelecto divino no es una mera categoría filosófica, sino una hipóstasis viva que conecta lo Absoluto con lo manifestado. Si el Uno (llamado también lo Inefable, el Dios Oculto o simplemente “el Dios”) es la causa incausada, sin forma, sin nombre, inabarcable e incognoscible, entonces el Nous es su primer despliegue luminoso, la auto-reflexión del Ser, el espejo consciente del Inefable.

“El Nous que proviene de Dios es el segundo Dios, imagen del primero, y tiene en sí la belleza de todo lo que nace. Nada hay en el mundo que no esté en el Nous.”
(Corpus Hermeticum, CH X, 14)

El Nous es, entonces, la mente arquetípica del cosmos, el logos interno del Dios. A través del Nous se genera el Alma del Mundo (Psykhé tou Kosmou), y por su mediación todas las formas, ideas y proporciones se ordenan en el universo. En otras palabras: el Nous es el modelo inteligible de todas las cosas, el hacedor sin manos que plasma el orden divino en el caos primordial.

Pero el Nous no es un demiurgo separado del Uno, como en ciertas lecturas dualistas; no hay ruptura. El Nous es inseparable del Uno, pero distinto por función: lo que en el Uno es pura latencia, en el Nous se vuelve forma, principio activo, inteligencia. Si el Uno es la oscuridad fecunda, el Nous es su primera iluminación.

Así lo expresa el Poimandrés (CH I):

“De la Luz nació el Logos, y del Logos salió el Nous demiúrgico. El Nous, Dios, siendo masculino-femenino, vida y luz, dio origen con su Palabra a otro Nous, demiurgo de todas las cosas.”
(CH I, 9)

Aquí el Nous aparece como una emanación doble: por un lado, Nous autótheos (el Nous en cuanto Dios mismo), y por otro, el Nous demiúrgico, que plasma las formas en el Alma del Mundo. Esta distinción refleja una misma realidad en diferentes niveles de manifestación: el Nous en su pureza contemplativa (noesis) y el Nous en su acto generador (poiesis).

Pero el Nous no sólo es mediador en la creación. Es también el camino de retorno. Como el Alma fue modelada a partir del Nous, su vocación es volver a Él. En la antropología hermética, el ser humano posee en su interior una chispa noética, una semilla del Nous divino, que debe despertar para liberarse de la generación y el devenir.

“El Nous está dentro de ti, y si lo haces crecer, serás tú mismo un dios.”
(CH XI, 20)

Así, el Nous no es solo una estructura cósmica, sino también una realidad interior. Es el Maestro secreto en el corazón del sabio, el espejo donde el alma se ve tal como es y tal como debe llegar a ser. El Nous es la luz que da forma al pensamiento verdadero, el guía que enseña sin palabras, el fuego que consume la ignorancia y revela el rostro del Uno.

Praxis Hermética para la Unión con el Nous

En la tradición hermética, el retorno al Nous no es un acto meramente intelectual, sino una transformación ontológica: el alma debe purificarse, despejarse de las sombras de la generación y orientarse hacia lo eterno. Para los laicos es decir, aquellos que no participan de una iniciación sacramental ni de una instrucción teúrgica formal, el camino aún es posible, si se emprende con piedad, disciplina y conocimiento.

“El camino hacia el Dios es uno solo: la piedad con conocimiento.”
(Corpus Hermeticum, CH VI, 5)

El Nous, siendo la inteligencia pura y el mediador divino, no exige ritos fastuosos sino corazón puro y mente ordenada. Por ello, el primer paso de toda praxis es la oración contemplativa, que no suplica desde la necesidad, sino que se eleva desde el anhelo de comunión.

Oraciones para invocar la Presencia del Nous

Aquí presentamos algunas plegarias meditativas que pueden usarse diariamente, idealmente al amanecer y al anochecer, para iniciar el proceso de sintonía con el Nous. Estas oraciones han sido redactadas desde el espíritu de la tradición y pueden recitarse en voz alta o interiormente, según el recogimiento del momento:

Oración al Nous Divino

Oh Nous, Intelecto Santo,
imagen del Invisible y luz del Inefable,
ven a morar en mi mente errante.
Purifica mis pensamientos,
ordena mis juicios,
y haz que contemple el Uno a través de Ti.

Tú que fuiste el primer rayo de la Eternidad,
guíame fuera del devenir.
Haz de mi alma una lámpara sin sombra,
y de mi corazón un altar del Silencio.

Oración del Retorno

Yo soy hijo del Nous,
no de la carne ni del polvo.
En Ti fui formado,
y en Ti deseo ser transformado.

Que el mal no halle raíz en mí,
que mi alma no se confunda en el torbellino de las pasiones.
Haz que vuelva a Ti,
como el río al mar del que nació,
como el pensamiento al Intelecto que lo generó.

Oración de Vigilia (para ser dicha en la noche)

Cuando todo calla,
Tú hablas, Intelecto eterno.
Enséñame mientras duermo,
muéstrame imágenes no confusas,
inspírame sueños de eternidad.

Guarda mi mente en la luz,
y mi alma en el recuerdo del Uno.
Oh Nous, presencia luminosa,
ilumíname desde adentro.

Contemplaciones silenciosas

Además de la oración, se aconseja practicar la contemplación silenciosa. Esto consiste en sentarse cada día por algunos minutos 15 es un buen comienzo en postura recogida, dejando de lado todo pensamiento errante, y concentrándose en la presencia del Nous como fuente interior de luz e inteligencia. Algunas frases pueden usarse como anclaje:

  • “El Nous es en mí más profundo que yo mismo.”
  • “Silencio. El Intelecto habla.”
  • “No soy pensamiento: soy la fuente del pensar.”

Este ejercicio no es un fin en sí mismo, sino un espejo limpio donde el rayo del Nous puede reflejarse sin distorsión.

La puerta está abierta

Para quienes deseen avanzar más allá de la oración y la contemplación, y entrar en las esferas más místicas o mágicas del Hermetismo, el camino exige una preparación más rigurosa. En tales casos, la praxis debe realizarse dentro de una orden operativa y teúrgica, donde el alma pueda ser instruida en las técnicas sagradas de ascenso, invocación y comunión con las realidades superiores.

Pero para todo corazón sincero que desea volver al Nous, el camino de la oración es ya un sendero legítimo y luminoso, donde el Intelecto divino puede derramarse como un rocío de sabiduría silenciosa, transformando la conciencia y preparando el terreno para misterios mayores.

Porque el Nous, como imagen viviente del Uno, habla en el silencio, actúa sin manos y transforma sin violencia. Sólo hace falta estar atentos, puros, y perseverar en la quietud.

-Nuestras puertas estan expuestas caminante, toca y se te abrirá-

2 comentarios en «El Nous, Intelecto Divino del Hermetismo»

  1. Escoger desididamente- y que nuestros actos sean un reflejo de esa chispa que se manifiesta a través de nuestra intuición puede ser un buen comienzo.esa intuición la encontramos en el silencio de nuesrstra .mente racional….

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