
Me he dado cuenta de que últimamente muchas personas se sienten atraídas por el gnosticismo. Lo respeto, pero debo aclarar algo desde el inicio: yo no soy gnóstico, soy hermético, y no tengo afinidad alguna por esa tradición. No porque no la haya estudiado, sino porque nuestras visiones del cosmos y del alma son irreconciliables. Ahora bien, el hecho de que no comparta sus fundamentos no significa que no pueda hablar de ellos con propiedad. Muy por el contrario: lo hago desde el rigor del estudio comparativo, desde el espíritu de Hermes, y no desde el prejuicio o la moda.
Lamentablemente, lo que hoy muchos llaman “gnosis” no es la gnosis real. Samael Aun Weor, por más seguidores que tenga, no representó al gnosticismo clásico. Lo que él hizo fue tomar fragmentos de distintas tradiciones —cristianismo esotérico, budismo, alquimia, yoga, rosacrucismo— y mezclarlos en un batido doctrinal al que llamó “gnosis”, pero que es todo menos eso. De hecho, esa visión distorsionada ha sido replicada por canales como “Ciencia del Energismo”, que solo siguen reinterpretando a Samael con otros tintes místicos. Lo lamento, pero eso no es gnosticismo auténtico.
Este artículo no busca fama ni reconocimiento. No estoy aquí para reclutar ni para posar de maestro iluminado. Si alguien quiere colaborar, bienvenido sea, pero la intención principal es mostrar la verdad. La verdadera gnosis. La auténtica, la que profesaron los cátaros, los valentinianos, los sethianos, los grupos gnósticos que surgieron en el primer milenio y que no tienen nada que ver con las visiones modernas tipo New Age.
Así que comencemos, hermanos. Vamos a explorar lo que fue y sigue siendo el gnosticismo puro, tal como se manifestó en sus corrientes históricas, sus prácticas espirituales y sus textos sagrados.
Setianos: Los Guardianes de la Gnosis Primordial

Los setianos representan una de las escuelas gnósticas más antiguas y profundas dentro del gnosticismo clásico. Su cosmovisión es radical, altamente metafísica, y destaca por una estructura teológica compleja en la que la figura de Set (o Seth), el tercer hijo de Adán y Eva, ocupa un papel central como redentor y transmisor de la gnosis original.
Orígenes e Influencias
Los textos setianos datan de los siglos II y III d.C., aunque algunos estudiosos sostienen que ciertas ideas podrían tener raíces aún más antiguas, posiblemente vinculadas a corrientes judeo-gnósticas previas a la era cristiana. Su doctrina floreció principalmente en Egipto, y muchos de sus escritos sobrevivieron gracias a la famosa Biblioteca de Nag Hammadi, descubierta en 1945.
La influencia egipcia es evidente en el lenguaje simbólico, así como en la conexión con el conocimiento oculto y la lucha contra poderes cósmicos corruptos. No debe confundirse a Set con el dios egipcio Seth, aunque algunos autores especulan con vínculos simbólicos en su rol como “separador” de fuerzas.
Cosmología y Dualismo
El gnosticismo setiano es profundamente dualista. El universo está dividido entre un Dios trascendente e incognoscible, que habita en el Pleroma (la plenitud de lo divino), y el mundo material, que es el producto de un error cósmico.
Según esta corriente, el verdadero Dios emanó una serie de entidades espirituales llamadas emanaciones o aeones, una de las cuales, Sophia, actuó fuera del orden divino y dio lugar a un ser imperfecto y arrogante: el demiurgo (identificado a veces con el Yahvé del Antiguo Testamento). Este demiurgo creó el mundo material y creyó ser el único dios, dando origen a los arcontes, seres que gobiernan las esferas planetarias y mantienen a las almas atrapadas en la ignorancia.
Aquí es donde aparece la figura de Set, no como el personaje bíblico comúnmente conocido, sino como una encarnación de la chispa divina en la humanidad. Para los setianos, Set fue enviado por el verdadero Dios como revelador y redentor, el portador de la gnosis que permitiría a los elegidos despertar del sueño del mundo material.
Este Set mítico es el prototipo del Hombre Verdadero, el Adam Kadmon de otras tradiciones, que encarna el potencial divino en medio de la creación corrupta. A veces se lo identifica simbólicamente con Cristo, pero no en el sentido literal del cristianismo, sino como una emanación divina que encarna el conocimiento.
La salvación en el setianismo no proviene de la fe ciega ni de obras materiales, sino de la gnosis: el conocimiento directo de la realidad divina y del origen del alma. Esta gnosis no es meramente intelectual, sino intuitiva, contemplativa y espiritual. A través de rituales, meditaciones y una profunda comprensión de los textos simbólicos, el iniciado setiano va deshaciendo los lazos que lo unen al mundo ilusorio, ascendiendo por las esferas y evitando los engaños de los arcontes.
Algunos de los textos más representativos de esta escuela incluyen:
- El Apócrifo de Juan
Describe la creación del universo, la caída de Sophia y el surgimiento del demiurgo. Es uno de los textos gnósticos más importantes y complejos. - La Hipóstasis de los Arcontes
Presenta la historia del alma atrapada por los arcontes y las estrategias de estos para mantener el control espiritual sobre la humanidad. - El Evangelio Egipcio (o Evangelio de los Egipcios)
Contiene himnos y diálogos relacionados con Set y su rol en la redención. - Las Tres Estelas de Set
Un texto litúrgico que exalta a Set como mensajero divino y guía para los iniciados.
Aunque los setianos fueron condenados por la Iglesia oficial como herejes y perseguidos sistemáticamente, su pensamiento sobrevive como uno de los testimonios más refinados y profundos del gnosticismo. En ellos vemos una cosmovisión totalmente distinta a la del cristianismo dogmático: un universo en el que la materia no es buena, ni redimible, y donde el conocimiento espiritual es el único camino hacia la verdad.
Los valentinianos: La Gnosis como Plenitud y Armonía Interior
Los valentinianos constituyen probablemente la escuela gnóstica más refinada desde el punto de vista filosófico, teológico y místico. Su fundador, Valentín, fue un influyente pensador cristiano del siglo II que, según algunas fuentes, estuvo a punto de convertirse en obispo de Roma. Su formación intelectual y espiritual fue profunda, y sus ideas crearon una verdadera teología gnóstica capaz de dialogar (y rivalizar) con los padres de la Iglesia.
A diferencia de los setianos, cuya cosmovisión era más radical y polarizada, los valentinianos desarrollaron una visión más armónica y jerárquica del universo, donde el drama cósmico no se centra en la caída y el error, sino en la reintegración de la plenitud perdida.
El Pleroma y la Emanación Divina

En el corazón de la doctrina valentiniana está el Pleroma, la “plenitud” divina que contiene todos los aeones o principios espirituales emanados del Dios supremo. Este Dios verdadero es trascendente e inefable, absolutamente más allá de toda comprensión humana. No crea el mundo como lo haría un artesano, sino que emana de sí una secuencia de realidades espirituales que conforman un entramado divino perfecto.
Entre estas emanaciones se encuentran el Padre Incomprensible, el Nous (Mente), la Verdad (Aletheia), la Palabra (Logos), la Vida (Zoe), el Hombre Primordial (Anthropos) y la Iglesia (Ekklesia), entre muchas otras. Cada una es una cualidad viva, un arquetipo divino.
Este proceso culmina con Sophia, la última de los aeones, quien actúa movida por un deseo impuro: conocer directamente al Dios supremo. Este deseo desordenado provoca una ruptura en el Pleroma y da origen a una emanación desbalanceada: el demiurgo.
El Demiurgo y el Mundo Material
A diferencia de los setianos, los valentinianos no ven al demiurgo como absolutamente malvado, sino como ignorante y limitado. Su creación —el mundo material— es imperfecta, no por malicia, sino por carencia de plenitud. Es una realidad caída, no malvada por esencia, pero sí separada de su fuente.
El demiurgo cree ser el único dios, sin saber que él mismo es fruto de un error. Por tanto, su mundo carece de la unidad del Pleroma. Sin embargo, en medio de esta creación defectuosa, existe una chispa divina: el pneuma, el espíritu en el ser humano que recuerda su verdadero origen.
Cristo como Redentor del Pleroma
El Cristo valentiniano no es un simple maestro ni un redentor que sufre para pagar por los pecados, sino una emanación del Pleroma que desciende para recordar al alma su verdadero hogar. Su encarnación es simbólica y espiritual: es el Logos que desciende para despertar la chispa divina en los seres humanos, no para redimir una culpa, sino para curar una ignorancia ontológica.
La figura de Jesús en esta tradición es más bien una manifestación temporal del Cristo eterno, y su función es transmitir la gnosis, no fundar una religión.
Una de las ideas más sofisticadas del valentinianismo es su tipología antropológica, que divide a la humanidad en tres clases:
- Hílicos: los materiales, completamente identificados con la carne y el mundo.
- Psíquicos: aquellos guiados por el alma, que pueden vivir una religión moral pero sin gnosis.
- Neumáticos: los espirituales, aquellos en quienes reside la chispa divina, capaces de alcanzar la gnosis.
Solo los neumáticos están destinados a reintegrarse al Pleroma, mientras que los psíquicos pueden aspirar a una salvación parcial, y los hílicos están destinados a perecer con el mundo.
Los valentinianos no fueron ascetas radicales ni anti-materialistas extremos. Al contrario, mantenían una estructura comunitaria cercana a la del cristianismo primitivo, con prácticas rituales como el bautismo, la unción espiritual, el banquete eucarístico (simbólico y gnóstico), y enseñanzas orales secretas.
Se transmitía una enseñanza pública, accesible a todos, y otra esotérica, reservada para los iniciados, lo que los hacía profundamente misteriosos y a la vez cercanos.
Entre los principales textos asociados a esta escuela destacan:
- El Evangelio de la Verdad
Atribuido a Valentín mismo. Una meditación poética y metafísica sobre la caída en la ignorancia y el papel de la gnosis como redención. - El Evangelio de Felipe
Explora temas sobre el matrimonio sagrado, el Cristo interior, la unión del alma con su contraparte espiritual y la verdadera naturaleza de los sacramentos. - Tratado Tripartito
Un compendio teológico que detalla el proceso de emanación del Pleroma, la caída, el papel de Sophia, y la redención. - Fragmentos de cartas de Valentín
Conservadas en los escritos de los padres de la Iglesia que lo combatieron, como Ireneo y Tertuliano.
El valentinianismo logró crear un puente entre la gnosis y el cristianismo primitivo, una espiritualidad profunda que buscaba elevar la comprensión teológica sin caer en la literalidad dogmática ni en el ascetismo extremo.
Para los estudiosos modernos, representa el punto más alto del gnosticismo filosófico, una síntesis de mística, metafísica y ética que aún hoy puede hablar con fuerza a los buscadores del espíritu.
El Marcionismo: Evangelio del Dios Desconocido

El marcionismo, fundado por Marción de Sinope en el siglo II, representa una de las interpretaciones más audaces y polémicas del cristianismo primitivo. Aunque algunos lo colocan fuera del gnosticismo formal, su pensamiento comparte elementos esenciales con la cosmovisión gnóstica: el dualismo radical, la idea de un Dios superior desconocido, y el rechazo del mundo material como creación de un ser inferior.
A diferencia de otras escuelas gnósticas más esotéricas o simbólicas, el marcionismo se presentó con una claridad teológica demoledora, buscando reformular completamente la fe cristiana desde los cimientos.
Dos Dioses, Dos Revelaciones
El núcleo del pensamiento de Marción es la existencia de dos dioses radicalmente distintos:
- El Dios del Antiguo Testamento, identificado con el demiurgo gnóstico: un dios justo, pero cruel, legalista, celoso, y creador del mundo material. Este dios es responsable de la ley mosaica, del castigo, del sufrimiento y del orden impuesto por medio de la violencia.
- El Dios de Jesús, completamente ajeno al mundo material. Un dios puro amor, compasión y misericordia, que se revela a través de Cristo para liberar al ser humano de la opresión del dios inferior.
Este dualismo no es meramente filosófico: Marción propuso borrar toda continuidad entre el judaísmo y el cristianismo, considerándolos irreconciliables. El Antiguo Testamento fue totalmente rechazado, y Marción compuso su propio canon bíblico, en el cual editó las epístolas paulinas y conservó una versión del Evangelio de Lucas que él consideraba más pura y fiel al mensaje del Cristo superior.
Para Marción, Jesús no era el mesías judío ni el cumplimiento de la profecía hebrea. Era un ser celestial enviado por el Dios bueno y verdadero, que entró en el mundo sin haber nacido realmente (esto se llama docetismo, la idea de que Cristo solo “pareció” tener cuerpo humano, pero no lo tuvo realmente).
El Cristo marcionita no se encarna para redimir el pecado, sino para revelar el amor del Dios desconocido y contradecir al legislador cruel del Antiguo Testamento. Su sacrificio no es expiatorio, sino una señal de entrega, que destruye la lógica del castigo y del juicio.
La salvación, entonces, no viene por cumplir la ley ni por sacrificios rituales, sino por aceptar la revelación del Dios bueno y liberarse del yugo del demiurgo.
Marción fue el primero en proponer un canon bíblico cerrado, mucho antes de que la Iglesia oficial lo hiciera. Su “Biblia” constaba de:
- Una versión purificada del Evangelio de Lucas, sin referencias al Antiguo Testamento ni a la genealogía de Jesús.
- Diez epístolas paulinas, cuidadosamente editadas para eliminar cualquier rastro de judaísmo o de legalismo.
Esta audaz propuesta forzó a los cristianos ortodoxos a responder y definir sus propios textos canónicos, por lo que, paradójicamente, el marcionismo fue un catalizador esencial en la formación del Nuevo Testamento tal como lo conocemos.
El movimiento marcionita no fue una secta marginal: tuvo una estructura eclesial propia, con obispos, comunidades y templos en diversas regiones del mundo antiguo. Su expansión fue tan fuerte que durante más de dos siglos fue considerado una de las principales amenazas al cristianismo ortodoxo.
Los marcionitas practicaban el bautismo, el culto comunitario y la proclamación del evangelio, pero bajo una visión completamente distinta de Dios, del Cristo y de la salvación.
Aunque Marción no utilizó un lenguaje mitológico como los setianos o los valentinianos, y rechazó las complejas genealogías espirituales del Pleroma, su pensamiento comparte con el gnosticismo clásico algunos pilares esenciales:
- El dualismo entre espíritu y materia.
- El rechazo del mundo como creación divina.
- La distinción entre un dios creador y un Dios verdadero.
- El Cristo como revelador de una verdad más alta que la ley mosaica.
Por estas razones, muchos estudiosos lo consideran una forma de gnosticismo ético y evangélico, más cercano al pueblo, pero igualmente radical.
La Iglesia institucional condenó rápidamente el marcionismo como herejía. Padres como Tertuliano, Justino Mártir y Ireneo escribieron tratados enteros contra él. Sin embargo, su influencia persistió durante siglos, especialmente en Asia Menor y Siria.
Su legado fue clave para:
- La definición del canon cristiano.
- La consolidación del dogma trinitario (en parte como reacción a su pensamiento).
- El desarrollo de posturas éticas y teológicas alternativas al cristianismo hegemónico.
En tiempos modernos, algunos estudiosos y buscadores espirituales han comenzado a revalorar la figura de Marción, no como un hereje, sino como uno de los primeros reformadores cristianos, cuya voz fue silenciada por razones teológicas e institucionales, no por falta de coherencia o profundidad.
Maniqueísmo: La luz y la oscuridad en guerra perpetua
El maniqueísmo es, sin duda, una de las corrientes gnósticas más estructuradas y de mayor alcance histórico. Fundada por el profeta Mani en el siglo III, esta doctrina fue un verdadero intento de religión universal, integrando elementos del cristianismo, el zoroastrismo, el budismo y, por supuesto, el gnosticismo.
A diferencia de otras escuelas más fragmentadas o esotéricas, el maniqueísmo desarrolló una teología precisa, un sistema cosmológico detallado, una comunidad organizada y una ética muy definida, lo que le permitió expandirse desde Persia hasta el Imperio Romano, África del Norte, y hasta China.
La Cosmogonía Maniquea: Un Dualismo Absoluto

En el corazón del maniqueísmo está el dualismo irreconciliable entre dos principios eternos y opuestos:
- El Reino de la Luz, eterno, inmóvil, espiritual y perfecto.
- El Reino de la Oscuridad, igualmente eterno, caótico, material y destructor.
Estos dos reinos existían desde siempre, separados, hasta que el Reino de la Oscuridad invadió la Luz. Entonces comenzó la gran tragedia cósmica: una mezcla de elementos, una batalla que aún hoy se libra en cada rincón del universo y en cada alma humana.
El dios de la Luz (el Padre de la Grandeza) envía entonces al Hombre Primordial, una figura heroica que enfrenta a las fuerzas oscuras, pero cae en la materia. Su esencia luminosa queda atrapada en el mundo físico: la materia se convierte en prisión de la luz.
Desde entonces, la historia cósmica se convierte en una labor de rescate de la luz. Mani enseña que su misión es precisamente esa: revelar al mundo la gnosis que libere las chispas divinas atrapadas.
Cristo, Buda y Zoroastro como profetas de una Misma Verdad
Una de las ideas más revolucionarias de Mani fue afirmar que todas las religiones verdaderas tienen un origen gnóstico común. Según él, figuras como Zoroastro, Buda, Jesús y él mismo son enviados sucesivos del mismo Dios de la Luz.
En su visión, Jesús no fue un redentor por medio del sacrificio físico, sino un Cristo celestial, una luz que descendió para enseñar la verdad y revelar la prisión en la que vivimos. Este Cristo no muere realmente, pues la materia no puede contener la luz. El maniqueísmo, así, retoma el docetismo gnóstico, donde el Cristo aparente no sufre, sino que enseña y despierta.
Mani se presenta como el “Sello de los Profetas”, el último gran revelador, destinado a unificar todas las gnosis en una religión total.
El Alma como Campo de Batalla
Cada ser humano contiene una chispa de luz atrapada, rodeada por la carne, las pasiones, la ignorancia y el sufrimiento. Liberar esa luz requiere:
- Conocimiento verdadero (gnosis).
- Ascetismo estricto, para evitar alimentar a las fuerzas de la oscuridad.
- Rituales de purificación y oración.
Para los maniqueos, el cuerpo humano es un campo de guerra literal. Cada acto alimenticio, cada deseo, cada impulso, puede alimentar a los demonios o fortalecer la luz.
Por esta razón, los “Elegidos” (la élite espiritual maniquea) llevaban una vida extremadamente ascética: no comían carne, no tenían relaciones sexuales, no trabajaban con herramientas que dañaran la tierra. Su vida era una especie de “pasión purificadora”, donde cada acción estaba dirigida a liberar la luz que llevaban dentro.
Los laicos, llamados “oyentes”, los ayudaban con comida especial y cuidados. Estos podían vivir en el mundo, pero con la esperanza de renacer como Elegidos si seguían la doctrina.
Escrituras y Textos
El maniqueísmo tuvo una vasta producción escrita, aunque mucho se perdió tras las persecuciones. Algunos textos conocidos o parcialmente conservados incluyen:
- El Evangelio de Mani.
- El Tesoro de la Vida.
- El Libro de los Gigantes (con ecos del Libro de Enoc).
- Cartas, himnos y comentarios doctrinales en diversos idiomas: copto, siríaco, griego, persa, chino…
El lenguaje simbólico maniqueo es profundo, casi alquímico, aunque no se presenta en clave esotérica sino en doctrina clara para el iniciado.
El maniqueísmo comparte muchas ideas con otras corrientes gnósticas:
- Dualismo radical entre espíritu y materia.
- Cristo como revelador y no como redentor por sufrimiento.
- Conocimiento secreto como vía de salvación.
- El demiurgo o los arcontes como enemigos del alma.
Pero también se diferencia en su organización y sistematicidad. Mani no fue solo un místico o un filósofo, sino el fundador de una verdadera Iglesia gnóstica global, con reglas claras, jerarquías, y misión de expansión.
El maniqueísmo fue duramente perseguido tanto por cristianos como por zoroastrianos, musulmanes y budistas ortodoxos. Su expansión fue tan poderosa que fue visto como una amenaza ideológica para todos los imperios.
San Agustín, por ejemplo, fue maniqueo durante nueve años antes de volverse cristiano, y muchas de sus ideas sobre el pecado, el mal y la voluntad libre tienen ecos gnósticos.
Pese a su persecución, el maniqueísmo sobrevivió por siglos y dejó huellas en diversas tradiciones, desde la mística sufí hasta los bogomilos y cátaros europeos.
Catarismo: La Herejía de la Luz en la Oscuridad Medieval
Y hablando de cátaros… el catarismo fue quizás el último gran aliento del gnosticismo puro en Occidente. Floreció entre los siglos XI y XIII, sobre todo en el sur de Francia (Occitania), el norte de Italia y algunas zonas de Alemania y los Balcanes. Aunque separado por siglos del maniqueísmo original, el catarismo retoma directamente muchas de sus doctrinas, símbolos y estructuras. De hecho, muchos estudiosos lo consideran un renacimiento del maniqueísmo bajo ropajes cristianos medievales.
Cosmología Catarista: Dos Creadores, Dos Mundos
El catarismo enseña una doctrina radicalmente dualista. Para ellos, existen dos principios eternos e irreconciliables:
- El Dios bueno, creador del mundo espiritual.
- El dios malo (el demiurgo), creador del mundo material.
Este segundo dios, que identificaban con el Dios del Antiguo Testamento, es el responsable del cuerpo, del dolor, de la muerte y de toda forma de corrupción. Esta visión los colocó en directa oposición al catolicismo, que considera a Yahveh como el Dios verdadero.
En contraste, el Dios bueno, el del Nuevo Testamento, es un ser puramente espiritual, inaccesible, inmutable y ajeno al mundo físico. De este provienen las almas humanas, que han caído en la carne por obra del engaño del demiurgo.
El universo material, en el catarismo, no es un escenario de evolución espiritual sino una trampa. El alma es un extranjero en este mundo, un exiliado, y solo a través de la gnosis, la ética y la pureza puede regresar al Reino de la Luz.
Cristo: El Enviado del Dios Desconocido
Para los cátaros, Cristo no era una encarnación literal en carne y hueso. Cristo no nació de María, no sufrió, no murió, ni resucitó físicamente. Estas ideas eran consideradas parte del engaño material, promovido por la Iglesia romana.
El Cristo cátaro es un emanado del Dios bueno, que desciende a este mundo para revelar el conocimiento (gnosis) que permite a las almas recordar su origen y liberarse de la materia. Es un Cristo docético, al igual que en muchos textos gnósticos: un ser de luz, incorpóreo, que aparece como hombre pero no lo es realmente.
Los Perfectos y los Creyentes
La estructura catarista recuerda enormemente a la del maniqueísmo:
- Los Perfectos (o “bons hommes” y “bonnes femmes”) eran la élite espiritual. Vivían en extrema pureza: sin sexo, sin carne, sin mentiras, sin posesiones. Practicaban una forma de vida totalmente ascética y contemplativa, al margen del mundo.
- Los Creyentes eran la mayoría de los cátaros. Vivían en el mundo, con familias, trabajo y limitaciones. Su objetivo era asistir y proteger a los Perfectos, y prepararse para recibir el Consolamentum, el rito que les permitiría liberarse del ciclo de reencarnaciones al final de su vida.
El Consolamentum era el único sacramento cátaro, una especie de bautismo espiritual que purificaba completamente el alma. Una vez recibido, el creyente debía mantener una vida pura o enfrentar un karma mayor en la siguiente encarnación.

Práctica Espiritual y Gnosis Interior
La práctica espiritual cátara era profunda pero sencilla:
- Oración directa al Dios de la Luz, sin intermediarios.
- Meditación y ayuno, para debilitar los lazos con la materia.
- Estudio de los Evangelios, especialmente el de Juan, que veían como un texto gnóstico.
- Rechazo absoluto de la Iglesia institucional, los sacramentos católicos, y el Antiguo Testamento.
Lo más importante era la vida ética impecable. No se trataba de rituales esotéricos, sino de encarnar la verdad divina en el mundo, aunque el mundo mismo fuera una cárcel.
Aunque los cátaros no dejaron muchos textos originales, varios documentos conservan su visión:
- El Libro de los Dos Principios, donde se expone su dualismo metafísico.
- Diversas homilías, oraciones y catecismos.
- Fragmentos de su liturgia y testimonios recopilados por inquisidores, como el Liber Sententiarum Inquisitionis Tolosanae.
Estos documentos muestran que su espiritualidad era radicalmente gnóstica: interior, simbólica, ética y salvadora.
El catarismo fue una herejía demasiado popular y peligrosa para la Iglesia católica. Su influencia en Occitania era tan grande que contaban con el apoyo de nobles, comerciantes y comunidades enteras. La respuesta fue brutal: la Cruzada Albigense (1209–1229), una campaña militar autorizada por el Papa para erradicar a los cátaros. Lo que siguió fue una de las mayores masacres religiosas de la Edad Media.
Más tarde, la Inquisición completó la tarea, cazando a los últimos Perfectos durante siglos. Aun así, su mensaje no murió. La idea de una gnosis verdadera, del alma como prisionera de la materia, del Cristo como revelador de luz, sobrevivió en el espíritu de muchos movimientos posteriores: bogomilos, hermanos del libre espíritu, incluso ciertos rosacruces y místicos modernos.
Arrianismo: El debate sobre la Naturaleza del Cristo

El arrianismo es, sin duda, una figura curiosa dentro del universo del gnosticismo puro. No es estrictamente una escuela gnóstica como los setianos o los valentinianos, ni un movimiento esotérico como el maniqueísmo o el catarismo. Sin embargo, su presencia es ineludible en cualquier estudio serio de las corrientes disidentes del cristianismo primitivo. ¿Por qué? Porque en su núcleo, el arrianismo plantea una ruptura radical con la visión trinitaria y ortodoxa del cristianismo institucional… una ruptura que resuena profundamente con el pensamiento gnóstico.
¿Quién fue Arrio? ¿Y qué propuso?
Arrio fue un presbítero de Alejandría del siglo IV, formado en las mejores tradiciones filosóficas del pensamiento griego. En una época donde el cristianismo apenas comenzaba a definirse como doctrina unificada, Arrio se atrevió a cuestionar uno de los pilares de lo que más tarde sería el dogma cristiano: la divinidad de Cristo.
Según Arrio, Cristo no era eterno ni co-igual con Dios Padre. Era una criatura, excelsa, sí… pero creada. Existía “antes de los siglos”, pero hubo un momento en que el Hijo no existía. En otras palabras: el Logos no era Dios en sí mismo, sino el primer ser emanado por Dios.
Esta idea puede parecer sutil, pero implicaba un terremoto teológico. Si Cristo es creado, entonces no puede ser adorado como Dios. Si no es eterno, entonces no comparte la naturaleza del Padre. Y si no comparte esa naturaleza, entonces la redención cristiana cambia por completo.
La Resonancia con el Gnosticismo
Aquí es donde la cosa se pone interesante.
- Los gnósticos ya habían hablado de Cristos intermedios, de eones y emanaciones.
- Los valentinianos, por ejemplo, decían que el Cristo descendía del Pleroma pero no era el Dios Supremo.
- Los cátaros, como vimos antes, no creían en un Cristo encarnado en carne, sino en un emisario de luz.
En ese contexto, la idea de Arrio no era nueva para la mente gnóstica, pero sí lo era dentro de la cada vez más ortodoxa Iglesia romana. Es como si el arrianismo fuera el eco racionalista y filosófico de las intuiciones gnósticas, pero destilado en un marco cristiano menos simbólico y más lógico.
Una Cristología no Trinitaria
El arrianismo no cree en la Trinidad. Para ellos:
- Dios Padre es único, trascendente y eterno.
- Cristo (el Hijo) es inferior, subordinado, creado.
- El Espíritu Santo, si bien mencionado, no tiene un lugar claro como persona divina.
Esta estructura recuerda más a los sistemas gnósticos de jerarquías espirituales que a la Trinidad indivisible proclamada por el Concilio de Nicea.
De hecho, si uno examina algunos textos gnósticos, como el Apócrifo de Juan, se encuentra con una división escalonada de poderes y conciencias, donde el Dios verdadero está por encima del Cristo y del demiurgo. En ese sentido, Arrio parece recuperar una forma de pensamiento más próxima a la metafísica gnóstica que a la doctrina oficial que se establecería después.
La Controversia Nicena y la Persecución
La respuesta de la Iglesia no se hizo esperar. En el año 325, el emperador Constantino convocó el Concilio de Nicea, cuyo objetivo principal era unificar la doctrina cristiana. El arrianismo fue condenado como herejía, y se formuló el Credo Niceno, donde se afirma que el Hijo es:
“Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma sustancia que el Padre”.
Una declaración hecha contra Arrio y sus ideas, para dejar claro que Cristo era completamente divino y eterno.
Pero el arrianismo no murió ahí. Por décadas, sobrevivió en regiones del Imperio, fue abrazado por muchos obispos y, más adelante, fue la religión adoptada por varios pueblos germánicos, como los visigodos, ostrogodos y vándalos. Es decir: fue más exitosa y duradera de lo que muchos creen, y durante más de un siglo, el cristianismo arriano fue mayoría entre los pueblos del norte de Europa.
¿Es el Arrianismo una Forma de Gnosis?
No del todo. El arrianismo no plantea un dualismo radical entre espíritu y materia, ni una cosmología plagada de eones y arcontes. Tampoco apela a una gnosis interior o a un conocimiento secreto para la salvación. Pero sí representa un rechazo consciente a la divinidad absoluta del mundo visible y del Cristo encarnado, algo que lo aproxima al espíritu del gnosticismo.
Además, su insistencia en un Dios trascendente, separado, incognoscible, que no puede ser identificado con ningún ser creado, resuena con la visión gnóstica del Dios incognoscible más allá del Pleroma.
Por eso, en un artículo sobre gnosticismo puro, el arrianismo merece ser incluido como un testimonio de que la lucha por definir a Cristo no fue solo teológica, sino profundamente espiritual y filosófica.
¿Y ahora qué? Caminos para quienes buscan profundizar

Sé que más de uno, al leer todo esto, va a sentir un llamado interno, una curiosidad profunda por alguna de estas corrientes: tal vez el orden filosófico de los valentinianos, la austeridad luminosa de los cátaros, o incluso el eco polémico del arrianismo. Si ese es tu caso y quieres profundizar seriamente en alguna de estas escuelas gnósticas antiguas, puedes escribirme directamente. No para que yo te diga qué hacer, ni porque yo me crea una autoridad (no lo soy), pero sí porque he investigado durante años este tema y puedo ayudarte a discernir si existe alguna iglesia o escuela gnóstica hoy en día que conserve esa tradición en forma auténtica, o si por el contrario, deberías empezar tú mismo o tú misma a estructurar tu propia orden, tu camino, en base al conocimiento original.
Puedo orientarte sobre:
- Qué textos buscar.
- Dónde conseguirlos.
- Qué principios estructurales usar si quieres organizar una práctica seria y coherente.
- Y sobre todo, cómo evitar caer en versiones adulteradas o modernas que poco o nada tienen que ver con la gnosis pura.
Al final, la decisión es tuya. Yo solo te doy las herramientas. Qué hagas con ellas, ya lo decidirás tú.
Prácticas Mágicas y Espirituales del Gnosticismo Puro

Cuando hablamos de prácticas en el gnosticismo clásico, es fundamental dejar algo en claro desde el principio: no estamos hablando de alquimia sexual, tantra esotérico, ni de esas mezclas modernas llenas de reinterpretaciones y sincretismos sin sustento. El verdadero gnosticismo era una senda profunda, seria, contemplativa y filosófica. No se trataba de manipular energías sexuales, sino de alcanzar la gnosis, el conocimiento interno que libera al alma de la prisión material.
Y si vamos a ser honestos: Samael Aun Weor ni siquiera estudió a fondo el gnosticismo clásico. Porque si lo hubiera hecho, habría notado un detalle evidente: los cátaros, los maniqueos y otras corrientes gnósticas en sus eslabones de élite practicaban el celibato estricto. Para ellos, las relaciones sexuales eran profanas, parte de la cárcel material creada por el demiurgo. No las veían como una vía de liberación, sino como un ancla al mundo físico. Así que esa “castidad revolucionaria” o “alquimia sexual” que propone Samael es, en realidad, una reinterpretación completamente ajena al gnosticismo auténtico, más cercana a mezclas de tantra hindú, prácticas pseudo-taoístas y doctrinas esotéricas modernas sin conexión real entre sí.
Ahora bien, veamos cuáles eran las prácticas auténticas:
1. Meditación y contemplación
La práctica contemplativa era esencial. A través de la introspección, el silencio y la meditación, el gnóstico buscaba romper la ilusión de la materia y conectarse con el divino interno. No era un proceso rápido ni emocional: requería disciplina, desapego y mucha claridad. El objetivo era penetrar los velos de los sentidos y acceder al mundo espiritual más allá del engaño de los arcontes.
2. Rituales teúrgicos
Aunque no todos los grupos gnósticos usaban los mismos ritos, la teurgia –el arte de invocar lo divino a través de símbolos y palabras sagradas– formaba parte de muchas tradiciones. Estos rituales estaban destinados a elevar el alma, protegerla de entidades inferiores, y facilitar su ascenso hacia los planos superiores del ser. Eran actos sagrados, no espectáculos, y requerían preparación y conocimiento.
En textos como el Pistis Sophia o el Evangelio de la Verdad, se alude a fórmulas de luz, nombres divinos y jerarquías celestiales que solo pueden comprenderse desde una mente iniciada. Estos elementos apuntan a una teurgia silenciosa, espiritual, cargada de símbolos y luz interior.
3. Estudio filosófico y simbólico
Los gnósticos eran pensadores profundos. Estudiaban los misterios del universo, analizaban los textos revelados y desentrañaban el simbolismo oculto en palabras, mitos y evangelios. Lejos de repetir dogmas, su camino era el de la interpretación viva, la gnosis que no se memoriza sino que se experimenta.
El estudio no era un fin en sí mismo, sino una herramienta para encender la chispa interna. Cada palabra contenía múltiples niveles de sentido, y el verdadero iniciado debía aprender a leer con el alma, no solo con los ojos.
4. Vida ética y desapego material
La vida gnóstica implicaba un desapego real del mundo. No se trataba de odiar la materia por capricho, sino de entender que el mundo físico era una cárcel diseñada por el demiurgo y sus arcontes. Por eso, muchas corrientes gnósticas practicaban el ascetismo, la simplicidad, la renuncia a los placeres efímeros y a las distracciones del ego.
Esto no era un acto de sacrificio sin sentido, sino un proceso gradual de liberación del alma, que requería coherencia entre lo que se sabía y lo que se vivía. La gnosis sin ética, sin limpieza interna, era una ilusión más del sistema de engaños.
En definitiva, el gnosticismo puro no era un camino fácil ni cómodo. No prometía poderes ni milagros instantáneos. No se trataba de jugar a los magos, ni de una espiritualidad “energética” de mercado. Era un sendero de disciplina interior, estudio riguroso y profunda renuncia, un camino para aquellos que realmente anhelaban liberarse de este mundo ilusorio.
Y si alguien, después de leer todo esto, siente el llamado a profundizar más en alguna de las corrientes que hemos mencionado, puede contactar conmigo. No porque yo sea una autoridad —ni me interesa serlo—, sino porque he investigado, he leído, he buscado durante años, y si puedo orientar a alguien a encontrar una fuente más pura, un texto olvidado, o incluso ayudarle a plantearse su propia estructura gnóstica, estaré dispuesto a hacerlo. A veces, no queda más remedio que abrir uno mismo el camino, cuando todo lo demás está contaminado. Lo único que puedo dar son consejos sinceros, nacidos de la experiencia y del estudio. Tú decidirás qué hacer con ellos.
Textos Sagrados Canónicos del Gnosticismo Puro

Cuando hablamos de los textos fundamentales del gnosticismo puro, no nos referimos a libros canalizados en el siglo XX ni a reinterpretaciones modernas. Hablamos de evangelios, códices y tratados que fueron redactados entre los siglos I y IV d.C., muchos de los cuales se preservaron en condiciones milagrosas y fueron redescubiertos en tiempos recientes, especialmente en Nag Hammadi, Egipto, en 1945.
Estos textos están escritos en copto, griego o siríaco, y reflejan una cosmovisión profundamente simbólica, mística y filosófica. No son de lectura fácil, y eso es parte de su misterio. No fueron hechos para masas, sino para almas despiertas. Aquí te presento los más representativos:
1. Evangelio de Tomás
No es un evangelio narrativo, sino una colección de dichos atribuidos a Jesús. Pero no al Jesús dogmático de los concilios, sino al Jesús maestro de sabiduría interior. Este texto no habla de milagros ni de sacrificios, sino de conocer el Reino dentro de uno mismo.
“Si sacas lo que hay dentro de ti, lo que saques te salvará. Si no sacas lo que hay dentro de ti, eso que no saques te destruirá.”
Este evangelio ha sido uno de los pilares para entender que la gnosis no es una creencia, sino un reconocimiento interno. Un despertar.
2. Apócrifo de Juan
Uno de los textos más ricos y complejos del corpus gnóstico. Explica de manera detallada la cosmología gnóstica: el Pleroma, los eones, Sofía, y la creación defectuosa del mundo material por el demiurgo.
Aquí aparece Yaldabaoth como el dios ciego que se cree único, y el relato muestra cómo el alma humana contiene una chispa divina que debe despertar.
Es una joya esotérica que desmonta la falsa divinidad de la materia y enseña cómo regresar al verdadero Padre.
3. Pistis Sophia
Este tratado es monumental. Narra los misterios post-resurrección que Jesús revela a sus discípulos más cercanos, especialmente a María Magdalena, quien en este texto aparece como la discípula iluminada por excelencia.
Sophia, la Sabiduría, cae en los planos inferiores y busca la redención. El relato está cargado de simbolismo, mantras, nombres sagrados, invocaciones, y descripciones de los mundos intermedios, los arcontes, y los sellos de protección.
Es quizás el tratado gnóstico más ritual y teúrgico que se ha conservado.
4. Evangelio de la Verdad
Este evangelio valentiniano nos habla de la ignorancia como causa de la caída y de la gnosis como el remedio. A diferencia de otros evangelios, aquí se hace énfasis en el reencuentro del alma consigo misma, en el perdón como conocimiento, y en el olvido como enfermedad espiritual.
Su tono es poético, lleno de ternura y profundidad. Invita a reconocer que la separación entre el alma y la Fuente es solo una ilusión.
5. Himnos de Mani
El maniqueísmo, aunque posterior al gnosticismo cristiano primitivo, representa una continuidad poderosa de la gnosis en Oriente. Los Himnos de Mani son cantos espirituales llenos de belleza mística, donde se alaba a la Luz Verdadera, se lamenta el exilio del alma en la materia, y se expresa el anhelo de retorno al Reino.
Mani se consideraba el “Apóstol de la Luz”, y sus textos reflejan una gnosis universal, integrando elementos del cristianismo, zoroastrismo y budismo. Una síntesis sincrética, pero profunda, no superficial como otras modernas.
Dónde Encontrar Información sobre Gnosis Pura
Si después de todo lo leído hasta ahora sientes una conexión genuina con alguna de estas corrientes, o simplemente deseas profundizar más en el gnosticismo auténtico, puedes consultar conmigo directamente. No te prometo iluminaciones instantáneas ni revelaciones místicas a la carta, pero sí puedo compartir contigo lo que he investigado durante años:
- Qué textos estudiar según cada corriente.
- Dónde encontrarlos.
- Qué estructura podría tener una orden gnóstica fiel a la tradición.
- Cómo plantearse una práctica seria, libre de adulteraciones modernas.
No soy una autoridad, ni pretendo serlo, solo alguien que ha rastreado con dedicación y sin dogma, y que puede ayudarte a encontrar caminos menos transitados, pero mucho más auténticos. La decisión final siempre será tuya.
Ahora bien, si prefieres investigar por tu cuenta, aquí te dejo algunas fuentes serias, académicas y libres de las reinterpretaciones modernas que tanto han distorsionado la gnosis original:
1. The Gnostic Society Library
📚 http://gnosis.org
Una de las colecciones más completas en inglés de textos gnósticos antiguos, incluyendo todos los códices de Nag Hammadi, fragmentos valentinianos, maniqueos, setianos, etc. Incluye también comentarios académicos y documentos históricos.
2. Biblioteca Copta de Nag Hammadi (en español)
https://www.earlychristianwritings.com
Traducciones de alta calidad al español de los textos hallados en Nag Hammadi. Una joya para quien quiera leer las fuentes directamente, sin filtros modernos.
3. Internet Sacred Text Archive
https://www.sacred-texts.com/gno/
Incluye no solo textos gnósticos, sino también zoroastrianos, hindúes, cristianos primitivos y maniqueos. Es útil para ver cómo el gnosticismo interactuaba con otras religiones y absorber ese contexto histórico y espiritual.
4. Obras de Hans Jonas y Gilles Quispel
Para quien quiera una visión académica profunda, estos autores son lectura obligada. Hans Jonas fue de los primeros en tratar el gnosticismo desde una perspectiva filosófica seria, mientras que Quispel trabajó directamente con los manuscritos de Nag Hammadi.
5. Editorial Trotta, Edaf o Siruela (para textos en físico)
Muchas editoriales han traducido y publicado estos evangelios con introducciones sólidas. Busca siempre ediciones anotadas y críticas, no resúmenes ni reinterpretaciones.
Si decides investigar, te invito a hacerlo con discernimiento, paciencia y espíritu crítico. No todo lo que dice ser “gnóstico” lo es. El gnosticismo puro no es una estética ni una moda: es un camino interior, exigente y transformador.
Y si en el camino sientes que necesitas orientación, puedes escribirme. Estoy aquí no como maestro, sino como compañero de búsqueda.

He escrito este artículo porque, honestamente, estoy harto. Cansado de ver cómo tradiciones tan sagradas, antiguas y profundas como el gnosticismo son distorsionadas, mancilladas y reducidas a un conjunto de frases vacías por toda clase de movimientos new age, doctrinas samaelianas o canales sensacionalistas que ofrecen más humo que enseñanza real.
Hoy en día cualquiera abre un canal, mezcla un poco de tarot, algo de astrología, unas citas sacadas de contexto de los evangelios gnósticos y le llama a eso “gnosis”. Y lo peor es que muchos, con buena fe y sed de verdad, caen en esas redes pensando que están accediendo a la auténtica sabiduría de los antiguos. Pero no es así.
No es gnosis. Es espectáculo.
También me molesta profundamente esta tendencia a fusionarlo todo, como si el hermetismo y el gnosticismo fueran la misma cosa o pudieran convivir fácilmente. No pueden. No lo hacen.
Son caminos opuestos. Uno busca comprender y transmutar el mundo, el otro busca trascenderlo y dejarlo atrás. Pretender que son parte del mismo sendero es una falta de respeto tanto para Hermes como para los gnósticos verdaderos.
Hago esto porque amo la verdad, y porque ya basta de que las sombras sean las que relucen mientras la luz permanece oculta, enterrada bajo siglos de desinformación, reinterpretaciones interesadas y espiritualidad de escaparate.
Este artículo no es para convencerte de nada, ni para construir seguidores, ni para formar otra secta más. Es solo un grito de claridad, una invitación a mirar con seriedad, a investigar por cuenta propia y a dejar de tomar como verdad cualquier cosa que venga adornada con túnicas, nombres rimbombantes o supuestas canalizaciones.
La gnosis pura sigue viva. Pero hay que buscarla con el alma, no con el ego.
Y si en ese camino necesitas compañía, aquí estoy.